Enérgica y salvaje película de acción en el plano narrativo y conmovedora en el plano emocional. Además, funciona perfectamente como una potente metáfora de nuestra -y, probablemente, de cualquier- civilización: de cómo explotamos, arrasamos y nos aprovechamos de cuanto nos rodea porque la mayoría de nosotros -como escribió Pascal- no sabemos permanecer tranquilamente en una habitación. La película es también un arriesgado ejercicio de fidelidad y respeto -no siempre conseguido- a las culturas que retrata: de ahí el hecho de rodarse en la lengua maya. Especial atención a la escena cumbre de la película, justo en el encuentro entre dos mundos. Por otro lado, la suma de tópicos, deslices y anacronismos relaja un tanto la capacidad subversiva del film. Bien hecho Mel.
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