Dirigida por Maurizio Lucidi y
Guglielmo Garroni, estamos ante un thriller
simpático y macarra, a partes iguales, escrito a 17 manos (de ahí su cierta
imprecisión) y rodado en la sede mundial del cine de persecuciones
automovilísticas, San Francisco (Frisco, para los amigos más trasnochados), en
la línea de los Harrys de Eastwood y del Bullit de McQueen. En la palestra,
dando la cara, protagonizan un solventísimo Roger Moore y un barriobajero Stacy
Keach, mientras que el gran Bakalov musicaliza la función de una forma muy
apropiada. En definitiva, una joyita visual y narrativa, entre el cine de
mafiosos, el poliziesco y el thriller USAmericano más convencional y
comercial.
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