3.5*
Desde El buscavidas a Bajo el peso de la ley, el cine usamericano ha desarrollado un género particular alrededor de la magnética figura del perdedor. Los años sesenta y setenta fueron particulamente prolíficos en este campo porque el derrumbamiento del sueño americano hizo aflorar, de sus escombros, toda suerte de inadaptados, como el que retrata esta película. Ulu Grosbard adapta la novela de Edward Bunker -un delincuente experimentado que también colaboraría en el guión de otro clásico del género, El tren del infierno-, sobre los problemas de un ex presidiario para amoldarse a una vida convencional, que sufre la obstrucción del propio sistema judicial y que, además, tiene serios problemas para respetar la propiedad ajena. Para ello, Grosbard contó con la colaboración inestimable de un grandísimo Dustin Hoffman quien, por cierto, visitó al novelista en la prisión donde se encontraba recluido. Hoffman cimentó un poco más su sólida -aunque algunas veces histriónica- capacidad interpretativa mientras que la hermosa Theresa Russell y el genial Harry Dean Stanton aportaron dos piezas imprescindibles y convincentes a la historia: la chica enamorada y el fiel compañero de profesión y amigo. Como curiosidad, el ayudante de dirección, Larry J. Franco, pasaría a colaborar con el maestro John Carpenter casi tras su participación en esta película.
No hay comentarios:
Publicar un comentario