4*
Richard Linklater vuelve a
superarse con esta película rodada en unos
45 días durante 12 años, una
estrategia innovadora que ha sido usada por primera vez en casi 120 años de
historia del cine. La idea es que los actores evolucionen con la cronología del
film, especialmente el actor
protagonista, Ellar Coltrane, que pasa de los 6 años a los 18. De hecho, podría
convertirse en el primer actor en representar un
papel desde la infancia hasta
la tercera edad. Y más allá. El efecto en el público no es tan potente como la
idea podría sugerir pero, en todo caso, Linklater construye un retazo vital
apabullante, donde las emociones y los reconocimientos van brotando en el
espectador, primero poco a poco para luego aparecer a borbotones. Una película sobre
la vida y el crecimiento, visualmente delicada y emocionalmente intensa, de un
humanismo complejo y contagioso, que hará las delicias de todos aquellos que
estén hartos de artificios baratos como
La
isla mínima (con la que conincide en la cartelera) y similares. Un
film que, sin duda, se enriquecerá con
el paso del tiempo, como
Movida del 76,
otra acertada radiografía de toda una generación USAmericana, con sus luces y
sus sombras vitales. De hecho, Mason, el protagonista, recuerda al
Pink de Jason London (y esta no es la única
conexión entre ambos
films). Por otro
lado, entre el reparto podemos encontrar amigos y familiares del director, lo
que termina de apuntalar el carácter cinéfilo y familiar de un experimento
socio-cinematográfico que, a la postre, puede ser leído como una de las más
contundentes defensas de lo que
George Lakoff ha llamado la familia
progresista, “de padres protectores” (como los padres de Greg Focker en
Meet the Fockers), en contraposión a la
familia del “padre estricto”. Una de las cosas más sorprendentes de la película
es el dinero que ha costado: unos 4 millones de dólares, inversión que ya se ha
recuperado con creces.