El director inglés Robert Fuest
filma un admirable psycho thriller en
la campiña francesa. El argumento gira en torno a la desaparición de una joven
que se encuentra recorriendo en bicicleta con una amiga auya una setentera zona
rural de Francia. Una de las películas de terror más sorprendentes de toda la
producción británica de la época, tanto por estar rodada en el país galo como
por la estimulante mezcolanza de temas y motivos que propone, a medio camino entre
las producciones de Claude Chabrol y de Alfred Hitchcock. La puesta en escena
es minuciosa e inquietante, plenamente al servicio del suspense y la ambigüedad
que va creando el desarrollo de la historia la cual, a su vez, va abriendo el
espectro de personajes y posibles sospechosos. En todo caso, Fuest delimita la
topografía del film de una forma muy
precisa mediante la repetición de encuadres y localizaciones. Con ello se
consigue que el espectador se introduzca en el misterio, poco a poco, y decida
jugar al whodunit que propone. La BSO
original, salvo el tema de créditos, juega su papel de una forma muy apropiada:
subrayando y destacando el clima festivo del comienzo así como el clima de
sospecha, disimulo y peligro posterior. Los actores, por su parte, cumplen a la
perfección con los objetivos del guión con lo que, sumado con lo anterior, el
público tiene asegurado un jeroglífico apetitoso durante toda la función. Se ha
realizado un remake reciente de muy
inferior interés, por cierto.
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