En la ciudad de Besançon (esa
especie de purgatorio donde recala el Julian Sorel del Rojo y negro stendhaliano, de camino a París), estalla una huelga
en una fábrica textil. Chris Marker, miembro de la cooperativa de cine político SLON, dirige este documental sobre los efectos deshumanizadores del trabajo
industrial contemporáneo. Un documental que funciona, al mismo tiempo, como la mise-en-scène del despertar de una
conciencia de clase, siquiera sea la del espectador. Marker selecciona un monótono
conjunto de imágenes de la vida en las fábricas, del interior de los hogares de
los trabajadores y de las actividades sindicales de alguno de los protagonistas
pero, sobre todo, el director deja hablar a los propios obreros, con su veraz
pero limitada idiosincrasia, tanto de sus deseos vitales como del yugo que tienen
que sufrir (turnos infames, bajos salarios, poco tiempo libre, escasa seguridad
laboral, etc.), simplemente, por causa de la ambición y la avaricia humanas (tal
y como denuncia Richard Wagner en la tetralogía del Nibelungo). Si un
historiador quisiera entender el mayo del 68 francés, lo primero que debería
hacer es intentar aprehender el mayor número posible de sus causas. La condición
de vida de las clases asalariadas fue una de esas causas. Y este largometraje
de no ficción ficcionada es una buena
forma de comenzar a entender uno de esos momentos históricos que se encuentran preñados de esa
clase de imaginación política que persigue la justicia social. Como la que, del mismo
modo, subraya David Farber en su Chicago 68.
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