¿Qué se puede esperar de una película
cuyo título original en inglés es The Man with Bogart’s Face? Pues se espere lo que se espere, la realidad es que se
trata de un film sorprendente. Como
sorprendente es el rol del actor protagonista, Robert Sacchi. El argumento ya
marca el tono de la producción: un admirador de Humphrey Bogart se somete a una
operación de cirugía estética para tener el rostro de su ídolo y para poder trabajar
como detective privado en el Los Ángeles de comienzos de la ultraconservadora década
de los ochenta. Y esto solo ocurre en los primeros dos minutos de la historia. Lo
que sigue es una comedia divertidísima, llena de situaciones ocurrentes, diálogos
ingeniosísimos y una concurrida galería de sentidos e inteligentes homenajes al
cine noir de los cuarenta-cincuenta.
Es verdad que, en alguna ocasión, la película baja un poco el nivel, sobre todo
en cuanto al tempo fílmico. Pero lo que
también parece verdad es que estamos ante una de esas joyas olvidadas del cine
reciente, el canto del cisne del pastiche nostálgico Hollywoodiense de la época.
Por cierto, es de justicia insistir en el excelente trabajo de guión así como en
la estupenda paleta de actores de reparto, y/o secundarios, que pululan por la
trama dejando lo mejor de sus principales caracterizaciones en el género (desde
Herbert Lom a Franco Nero, pasando por Olivia Hussey, Victor Buono o Sybill Danning, por
ejemplo, sin olvidar la mágica presencia de Yvonne De Carlo o el mítico George
Raft). A propósito, la película resiste un visionado conjunto con Juego Peligroso y con Un detective muy especial, los dos primeros protagónicos del extrañamente olvidado Chevy Chase.
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