Sin lugar a dudas, y por derecho propio, conquistado generación tras
generación, uno de los ejemplos incombustibles del cine clásico de aventuras (si,
ese género sobre el cual el recientemente fallecido Javier Coma tiene un
excelente diccionario cinéfilo), que, además, supone una magnífica adaptación del
celebérrimo cómic original, dibujado a plumilla por el enorme Hal Foster, y con
el protagonismo de Robert Wagner, James Mason, Sterling
Hayden, de la bellísima Janet Leigh así como de una jovencísima y espectacular
Debra Paget (que luego sería mitificada para el cine por dos pesos pesados,
Roger Corman y Fritz Lang). La película, dirigida por el todoterreno de Henry
Hathaway, está repletita de todas esas moñadas monárquicas y aristocráticas pasadas
de moda pero, como una pura leyenda del ciclo de aventuras artúricas, convenientemente
actualizada, el film es una auténtica
delicia, tanto visual como narrativamente, tanto dramática como interpretativamente.
Por cierto, como escribe Javier Coma, con esta película el ciclo artúrico “quedaba
vinculado con el de las obras referidas a vikingos”, en la línea de Los Vikingos o Los invasores, de Fleischer y Cardiff, respectivamente.
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