El caballero
Antonious Block (Max von Sidow) regresa de las Cruzadas justo en el momento en
que Europa está siendo asolada por la peste negra. Al comienzo de la película,
la muerte le reclama pero consigue convencerla para jugar una partida de
ajedrez y así tener tiempo para poder examinar su vida y redimir su pasado.
Entre jugada y jugada, Antonious y su escudero conocen a varios personajes,
viven diversos lances y entablan con ellos conversaciones sobre distintos
asuntos. La metáfora que hace de la vida una partida del ajedrez viene de
lejos, desde Alfonso X hasta Cortázar, pasando por El Quijote. El propio Borges escribió “Dios mueve al jugador, y
éste, la pieza. / ¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza / de polvo y tiempo
y sueño y agonía?”. En todo caso, mientras dure la partida, decía Sancho Panza,
“cada pieza tiene su particular oficio”. Y uno de los problemas de la vida es descubrir qué oficio tiene cada cual. Una de las obras maestras que jalonan
la filmografía del director sueco Ingmar Bergman, de un calado filosófico y
humano que no está reñido con una apropiada dosis de humor y ligereza, lo que la emparenta con varias
películas de Akira Kurosawa. Con un presupuesto más bien escaso y
tras poco más de un mes de rodaje, Bergman presenta una reflexión alegórica sobre las dudas
religiosas y existenciales y lo hace a la vez que permite a los personajes
moverse y hacer cosas, cosa inusual en un cine de tanta profundidad. El
complemento perfecto de La máscara de la
muerte roja, una de las mejores películas del ciclo Poe-Corman pero con un
final mucho más optimista. El cine posterior ha rendido a este imperecedero film múltiples homenajes, desde Excalibur hasta El ultimo gran héroe, desde Diner
hasta Desmontando a Harry.
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