Thriller
desagradable y morboso que intenta plantear la mil y una vez exprimida premisa
del cazador cazado así como la reflexión moral que subyace de fondo: la de
convertirse en un monstruo para castigar a otro monstruo. A lo largo de la
historia, el director Kim Ji-woon (junto con su guionista), parecen ofrecer una exaltación de la violencia (no de la
criminal, evidentemente, sino), en particular, de la policial. Y ello porque es
una violencia que proviene de una especie de superhombre nietzscheano, absolutamente
amoral y deshumanizado, que persigue indefectiblemente una venganza más que
justificada. Un ser humano y un comportamiento que pueden resultar atractivos a
un buena parte del público, por desgracia. En todo caso, la película acusa no
pocas influencias de David Fincher (especialmente de Zodiac) pero también de El silencio de los corderos, Saw, La
matanza de Texas y del subgénero surcoreano, en particular de Old Boy y de Memories of Murder. Por
cierto, en algunos tramos, también evoca en la memoria del espectador ese capítulo de Masters of Horror, Trayecto
al infierno. Por otro lado, el film está muy
bien iluminado, muy bien rodado y muy bien montado pero resulta superficial en
su planteamiento, salvaje en su presentación y estirado en su desarrollo. Sergio
Sollima lo hizo un poco mejor en El
halcón y la presa, aunque con menos medios. Por cierto, la BSO es deliciosa.
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