Muchas son las películas que han contado
historias alrededor de un bebé abandonado que debe ser cuidado por uno o varios adultos fortuitos. Los tres padrinos, Tres hombres y un bebé y Tokyo Godfathers podrían ser tres de las más famosas. En esta ocasión, el
encargado de cuidar al bebe es nada menos que Zatoichi, el ciego y vagabundo
masajista espadachín. ¿Por qué? Porque se siente responsable de su vida ya que
han matado a su madre en su lugar. Por ello, hará un largo viaje hasta la aldea
donde se supone que vive su padre. Sin hacer uso de ese humor negro y
coreográfico de la versión de Takeshi Kitano de 2003, Kenji Misumi dirige un
hermoso cuento sobre el poder de la inocencia en un mundo cruel y egoista. En
el papel del masajista, el sempiterno Shintarô Katsu, que rodó más de veinte films sobre el personaje entre 1962 y
1989. Con una puesta en escena delicada y cuidadosa y un argumento ambientado
en el Japón rural del siglo XIX, con una brisa que siempre sopla sobre las
plantaciones de arroz y bambú, y unos diálogos cortados con cuchillo de sushi, el director añade ligeros toques
de humor, mucha ternura y esas típicas descargas de violencia del cine japonés
de samuráis (rodadas con la tradicional sabiduría fílmica nipona). Además, la
música y la historia, ambas juntas, terminarán por recordar al espectador
Occidental nuestra querencia por el Western.
En conclusión: una delicia que sorprenderá a propios y extraños.
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