2.5*
|
Dedicada a Alicia López |
The Lobster es el hermano rico de
Canino. Sí, queridos lectores, el tal Yorgos Lanthimos está de moda, es uno
de los directores favoritos del
candelero gafapasta o
wanna-be nerd. Tiene pocas películas, su obra es distante (en el
doble sentido de la palabra) y, hasta hace pocos años, era difícil de conocer
pero, aún así, está remojando poco a poco la tierra ya empapada donde crece el
cine Europeo. Y no es casualidad. Sus películas vienen de Grecia, ese extraño
país, una especie de lámpara Zettel de la modernidad, donde todo está
desmembrado y se cae a trozos. Sus películas son raras, con una extraña mezcla
de convencionalismo cinematográfico y discordia temática. (Como en el cine de
Haneke). Sus historias compaginan con descaro una cierta y distante humildad en
la puesta en escena y un raudal de agresividad subterránea y escenas de sexo
extemporáneo (También, en este caso, como el cine de Haneke). Igual es que
quiere escandalizar… (Como Haneke). Ha tenido un gran éxito reciente, tanto en
La Croisette como en el estrecho
circuito del Cine de VOS, con el cual ha conseguido convencer a un elenco
tutti frutti Hollywoodiense para su desconcertante
siguiente obra,
una sátira falsamente futurística y más bien
swiftoniana (en cierta forma, similar a
Alps) sobre la palpitante dificultad
actual de conseguir y de mantener una relación de pareja. Ya lo decía Boris
Yellnikoff en
Si la cosa funciona: la
mayoría de las relaciones de pareja son pasajeras. Pero bueno, aún así, se
puede seguir contando historias de amor. Sobre todo si se quiere conquistar al
espectador palomitero (
cough, cough), con una historia de amor ciego. Lanthimos se sale del tiesto con una historia excéntrica y curvada (¿es mejor
estar solo o en pareja?), que se hace un tanto larga y que no es especialmente
inteligente, ni ingeniosa ni original. De hecho, tanto temática como, sobre
todo, formalmente, el estilo visual parece inspirado en el
Fahrenheit 451 de Truffaut, en
El dormilón o en
The Hotel, la serie de televisión británica. Aunque con clarísimas influencias
de Kubrick. Curiosamente, el hotel donde se desarrolla esta historia de
supervivencia langostera, parece una fusión del
Overlook y el
Dansem Dene.
Con ese
home schooling inspirado en
El bosque que es
Canino, Lanthimos nos recordó la absoluta arbitrariedad que se
esconde detrás de nuestras convenciones vitales. La vida es una farsa
desafinada. Ahora nos pone frente a un
film
pasajero de amantes. O de amantes pasajeros. Como el de Almodóvar. En ambos
sentidos.