Frederick Jackson Turner dejó
escrito, allá por 1893, que el pueblo USAmericano había forjado su carácter y,
con él, sus aspiraciones y sus instituciones reubicando, poco a poco, paso a
paso, la frontera (ese Far West
mítico) que dividía su “civilización” del “mundo salvaje”. Y, no por
casualidad, la frontera es el territorio donde los EE.UU. han situado la
inmensa mayoría de sus ficciones modernas. Frontier Scout (en su inglés original) es otro de esos cientos de Westerns rodados por el todavía desconocido
Lesley Selander (aunque parece que Miguel Marías está escribiendo un libro
sobre él), poseedor de una personalidad tan interesante como contradictoria. El
argumento gira en torno a un cargamento de rifles que ha desaparecido y que se
teme que haya caído en manos de los indios Cheyennes, Sioux y Arapahoes,
aparentemente liderados por Lobo de Acero. Un explorador del ejército, Linus
Quincannon, una especie de Hopalong Cassidy, deberá averiguar qué ha sido de
ellos, hablando con unos, luchando con otros y enfrentando el racismo de muchos
de sus correligionarios. La visión que de los indios se da en el film es bastante atípica pero el
resultado final compra casi todas las acciones del Gran Cliché del género en su
época. Los aspectos técnico-artísticos, por cierto, tampoco sobresalen
especialmente, salvo la fotografía del maestro Joseph Biroc. Una producción Bel-Air, para la United Artist, sobre una novela de Will Cook, el autor de Dos cabalgan juntos.
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