Hay muchas formas de criticar una
película. Como cualquier producto cultural, un largometraje tiene distintos
niveles significativos, técnicos y artísticos que pueden ser desentrañados con
las más diversas técnicas analíticas e interpretativas. Lo que sorprende de La red social es que, detrás de un
estilo cinematográfico relativamente adusto (e, incluso, humilde, comparado con
los sorprendentes alardes del director), se esconde una de las más sutiles y
sofisticadas representaciones del capitalismo post-industrial reciente, concretamente
de su fase “.com”. Es decir, mucho
podría hablarse del excelente guión de Sorkin; o de la contención visual de
Fincher; o del excelente juego con las líneas temporales y con los distintos planos narrativos de la historia. Mucho se podría decir sobre todo esto (aunque,
quizás, solo quizás, y por otra parte, tampoco se ha estudiado con suficiente detalle).
Pero la cuestión clave de esta obra es el tipo de sociedad que retrata. El quid de la cuestión aquí podría ser el
siguiente: un estudiante de Harvard puede volverse un empresario de éxito y,
por extensión, un peón de la oligarquía mundial, mucho antes de haber mantenido
una relación amorosa y/o sentimental de cierta envergadura. Es decir, lo que la
película denuncia es la facilidad con la que un inútil emocional puede llegar a
ser un tótem empresarial. Qué sugestiva mixtura!! Pero, asimismo, lo curioso de
este film es que el espectador medio
no identifica al personaje “Zuckerberg” con el individuo real: al contrario,
Jesse Eisenberg será ya, para siempre, el fundador de Facebook. Y esa es, auque mínima y pese a quien pese, una conquista
de Fincher.
No hay comentarios:
Publicar un comentario