Dedicada a Carlos C. |
El homeschooling está de moda. No es una moda (¡no puede ser una
moda!) pero está de moda. Y nunca será demodé.
La gente se pregunta qué es eso de educar a los chavales en familia. No
solamente criarles o consentirles, en familia, sino formarles, instruirles,
aportarles experiencias y conocimientos educativos. Y esta película nos viene a
contar cómo una familia, no-convencional, puede educar a sus hijos al margen de
la escolarización estatal obligatoria. El caso se centra en los EE.UU. pero
podría valer para cualquier país. Incluso con lagunas jurídicas como España.
Con muchísima imaginación moral y una mirada de respeto por los matices y las
contradicciones, Matt Ross ha embotellado un vino joven, fresquísimo, en una
botella tradicional, absolutamente reconocible e, incluso, convencional
(narrativa y estéticamente). Pero el vino joven que contiene esa botella hace
estallar unos taninos de una potencia inusitada, tanto para espectadores
predispuestos a sabores nuevos como para los más conservadores y reaccionarios,
a quienes, por lo menos, se les despertarán algunas cuestiones en sus papilas
gustativas carpetovetónicas. En la etiqueta encontramos varios ingredientes: un
libertarismo de izquierdas, una familia “disfuncional” (tamaño monovolumen),
filosofía chomskiana, emotividad a raudales, amor a la naturaleza, puntuales
pero contundentes contrastes con una familia “funcional” (de tipo utilitaria), Viggo
Mortensen, algunas contrariedades en la resolución de alguna escena (como en la
escena de los “bajos” del autobús) y una historia de compromiso moral y vital
que llega, con todo su sabor, a los paladares más abiertos y desprejuiciados.
Una de las sorpresas de la temporada 2016.
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