Justo un día después. Sí. No ha
pasado más que un día desde los acontecimientos mostrados en la tercera parte y
Jason ya vuelve a
hacer de las suyas en esta cuarta entrega de la serie. Tras el típico resumen
pre créditos, comienza el festín de adolescentes, hormonas y sangre. En la
tercera parte, Jason, ese alma torturada, es eliminado con su misma medicina:
un machetazo en la cabeza le dejó seco en una granja cerca de Crystal Lake. En
esta entrega, Jason es trasladado a un hospital y, al poco de llegar, resucita,
sale del hospital y regresa a Crystal Lake para acosar al típico “hatajo de
cachondos”, entre los que se encuentra Tommy Jarvis (Corey Feldman), un
adolescente admirador de los efectos especiales que vive con su madre y su
hermana en una casa cerca de Crystal Point.
Por cierto, años antes, Feldman apareció en Los
pasajeros del tiempo en un brevísimo personaje que se llamaba Jason. Joseph
Zito, el creador de ese clásico slasher
que fue The Prowler, agarra un
presupuesto limitado y con una rusticidad narrativa aplastante, regala al espectador
un nuevo cóctel de sexo gratuito, desnudos, violencia explícita y esos
gotarrones de sangre propios de la saga. Algo que, por otra parte, ya había
rodado en la oscurísima Bloodrage, de
finales de los setenta, aunque con un toque argento. Lo demás, diálogos
absurdos (atención al que tienen Crispin Glover y su acompañante en el coche),
saltos de escena execrables y unas interpretaciones de casting deshechado de teleserie, aunque la sorpresa y el efecto de maquillaje finales dejan
un relativo buen sabor de boca.
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