Enésimo film del sobrevalorado Atom Egoyan, que se construye con la excusa
argumental de las infidelidades de pareja y con un desarrollo bastante absurdo,
plano y melodramático. Julianne Moore piensa que su marido, un músico de éxito,
le está siendo infiel y, para comprobarlo, contrata los servicios de una
supuesta adolescente pinturera, con la que pretende tentar a su marido. Aunque
irá tentando a todo bicho viviente, que la chica es muy ambiciosa. La verdad es
que las inseguridades emocionales de la gente acomodada no es un tema muy
interesante, en particular cuando son las mismas inseguridades que las de la clase
baja y trabajadora. Pero es que, además, Egoyan encauza la trama hacia lo paródico
y la paradoja, revoloteando superficialmente por la psicología de los
personajes, así como por sus pulsiones y deseos, aunque “cuela”, de vez en
cuando, alguna maldad típica del director. Por otro lado, un espectador avezado
ve venir el asunto desde el principio. Correctas interpretaciones y una puesta
en escena plana, despersonalizada, para un film mediocre y aburrido (el “pianito”
de fondo es para tirarse de los pelos) que, además, es un remake. Se siente pero Chloe no es tan
irresistible. Al final, en el único plano en el que la película destaca es en
el retrato de una generación, está sí realmente perdida, que no sabe cómo
establecer lazos emocionales duraderos con el mundo que le rodea. La generación
de la prostituta.
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