Dos feroces matones provenientes de la Mafia USAmericana de Nueva York (Henry Silva y Woody
Stroode) son enviados a Milán para eliminar a un tal Luca Canalli (Mario Adorf).
Por su parte, el jefe local de la organización (Adolfo Celi), también hace suya
la misión, sin entender realmente el motivo que se esconde detrás. Por
supuesto, el pobre Luca, un antihéroe sin suerte ninguna, sí que no se entera
de nada y va dando trompazos durante todo el metraje. Fernando Di Leo rueda
otro emocionante e inteligente poliziesco,
“cine mano armada”, esta vez con más elementos pop (atención a las fiestas con la Sylva Koscina) y con la inconfundible
ambigüedad moral típica del subgénero. Como guiño a la época, Di Leo introduce
una explosiva secuencia a imagen y semejanza del French Connection de Friedkin, estrenada solo un año antes (de
hecho, el título anglosajón de este film
es The Italian Connection). ¡Madre
mía qué persecución automovilística por las calles de Milán! ¡Qué pulso, qué
tensión, qué papelón hace Mario Adorf, qué bien hilvanada está toda la cacería con
el poderoso tema de rock que suena de fondo y qué bien montada toda la escena!
Segunda parte de la llamada “trilogía milieu”,
tras Milán, calibre 9 y antes de Secuestro de una mujer. El final, por
cierto, es brutal, de una rabia y de una violencia descarnadas.
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