La última película que rodó el director Joseph L. Mankiewicz fue esta excelente historia basada en una obra de teatro de Anthony Shaffer con la que consiguió un premio Edgar Allan Poe. Con un plantel encabezado por los portentosos Laurence Olivier y Michael Caine, un argumento relativamente sencillo y una BSO magistral de John Addison, el espectador se deleitará con este ingenioso puzzle entre un aristócrata inglés, escritor de novelas policíacas (Sir Andrew Wyke), y un peluquero londinense de origen italiano (Milo Tindle), en la mansión del primero. Con el aliciente añadido de un suspense que consigue mantenerse siempre in crescendo, de una trama rocambolesca, de unos diálogos casi perfectos y, además, de un diseño de producción realmente apropiado para la historia (que contaba, por ejemplo, con muestras de la obra macabra de Edward Gorey). Sobre la base de una velada disputa por el amor de una mujer (desde distintas posiciones sociales) y sobre el telón de fondo de una reflexión sobre el juego (en la línea del Homo Ludens de Huizinga), la película se levanta, finalmente, como una certera disección de los intereses y coartadas implicados en los conflictos entre la clase ociosa y la clase laboriosa. Con la intención de disimular la admiración que despierta el film, hay que decir que la única pega es la relativa dependencia teatral de la puesta en escena, limitando así la riqueza cinematográfica del producto final. Pero esto no debe extrañarnos, conociendo el amor que Mankiewicz profesó al teatro y que se puede apreciar en otra de sus obras maestras, Eva al desnudo.
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