En 1962, Mario Bava estrenó La muchacha que sabía demasiado, lo cual puso fecha a la inauguración de un subgénero que iba a hacer las delicias de los aficionados al thriller en todo el mundo: el giallo, versión italiana del posteriormente conocido como slasher, con unas gotas de suspense y de investigación policial, y cuyos máximos exponentes serían (además del propio Bava), Dario Argento, Lucio Fulci, Sergio Martino o los semi olvidados Francesco Barilli o Giuseppe Benatti, entre otros. Por su parte, Seis mujeres para el asesino ofrece una genial recreacion de la figura del psicópata a la caza de
mujeres hermosas, en el marco incomparable de un estudio de alta costura, muy sesentero, situado en el corazón de Roma. El resultado es una maravilla de saturación y riqueza cromática (fotografiada por Ubaldo Terzano, que ya había trabajado con Bava en la clásica La máscara del demonio), sobre la base de una historia perversa, bizarra, barroca, que habría de influir considerablemente en el cine posterior. Como muestra un botón: Bloody Pit of Horror, de Massimo Pupillo. Sin embargo, conviene recordar el film previo de Arne Mattsson, con el que Bava/Terzano tienen una deuda de sangre: La maniquí rota.
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