lunes, 21 de noviembre de 2011

La tumba de las luciérnagas

3.5*





El Studio Ghibli siempre ha proporcionado películas de animación muy elaboradas y con un altísimo nivel de calidad, tanto en los aspectos técnico-artísticos como en los aspectos ético-narrativos. Sin ninguna duda, el maestro del estudio es Hayao Miyazaki (uno de sus fundadores) pero Isao Takahata (mentor y cofundador del mismo) no se queda nada atrás, especialmente si tenemos en cuenta esta película y la magnífica Recuerdos del ayer. En La tumba de las luciérnagas, Takahata mantiene los estándares del estudio al adaptar una novela autobiográfica de Akiyuki Nosaka sobre la lucha por la supervivencia de dos hermanos, de 14 y 5 años, tras el bombardeo y destrucción de su ciudad, Kobe, en los últimos meses de la Segunda Guerra Mundial. Mientras que en otro clásico animado sobre los desastres de la guerra, en Cuando el viento sopla, la lucha por la supervivencia se basaba en el mantenimiento absurdo de una rutina, en ésta, esa lucha, es el retrato solitario de una batalla perdida por el sustento y la felicidad, en un contexto de duelo familiar, desamparo personal y cruel indiferencia social. La historia comienza de una forma desgarradora, continua con una sucesión de momentos tristes y tiernos para, finalmente, desembocar en una conclusión que, aunque ya conocida, no deja de ser igualmente desoladora. Y es que la sombra de Heidi y de Marco es alargada.


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