martes, 26 de marzo de 2013

La vida privada de Sherlock Holmes

3.5*

En las antípodas de la reciente versión de Guy Ritchie, La vida privada de Sherlock Holmes es un cariñoso, sosegado y respetuoso homenaje a la gran creación de Arthur Conan Doyle, a través de una de esas historias que el Doctor Watson probablemente haya escamoteado alguna vez a los lectores del Strand Magazine: la historia de uno de los escasos momentos en que el consulting detective ha bajado la guardia frente a una mujer y, por tanto, ha fallado parcialmente en uno de sus casos. La historia envuelve convenientemente a un marido desaparecido, a un grupo de monjes, al Club Diógenes, a varios enanos, a una muy scottish leyenda acuática e, incluso, a la propia reina Victoria, a través de una narración relajada, con una dirección artística y una escenografía maravillosas (de Alexandre Trauner y Tony Ingles, respectivamente, que repetirían motivos en El hombre que pudo reinar), una partitura adaptada por Miklós Rózsa de uno de sus conciertos originales y unos sofisticados e irónicos diálogos (obra del propio director, Billy Wilder, y de su colaborador habitual, I.A.L. Diamond). Robert Stephens está correcto en el papel principal aunque no consigue imprimir el carácter que requiere el personaje, como sí lo hicieron Basil Rathbone, Peter Cushing o Jeremy Brett. Destaca, sin embargo, la excelente colaboración de Christopher Lee en el papel de Mycroft Holmes. La historia, por cierto, fue drásticamente amputada por la productora (United Artists), de las más de 3 horas del montaje original a la duración con la que fue distribuida comercialmente, 125’, y está basada en varios relatos de Conan Doyle, especialmente en Los planos del "Bruce-Partington".





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