Una de las obras maestras del gótico italiano, dirigida
por Ricardo Fredda tras Los vampiros
y en la senda de las producciones de las míticas AIP y de la Hammer aunque con algún
que otro elemento propio de la cinematografía transalpina. En todo caso, lo que
está claro es que no tiene nada que ver con el cine que se estaba rodando en
Francia durante los sesenta, con el nude
vampirismo de Jean Rollin a la cabeza. Por otro lado, no por casualidad, la
inspiración de la historia parece provenir, una vez más, de la obra de E.A. Poe,
lo que se puede comprobar no solamente en el contenido necrófilo básico de la
trama sino también en el purificador final, extraído con probabilidad de La caída de la casa Usher. La idea es
bastante perversa y malsana pero la materialización no está a la altura de la
premisa, debido a su previsible e insatisfactorio desarrollo. En todo caso, se
trata de una interesante película, por su absorvente uso del color y de la
ambientación, que cuenta además con dos interpretaciones más que correctas: la
del doctor Hichcock (Robert Flemyng) y, por supuesto, la de Barbara Steele que,
desde La máscara del demonio, venía
protagonizando varias recreaciones góticas (como I lunghi capelli della morte). Por cierto, esta historia coincidó
con el estreno del clásico terrorífico español, Gritos en la noche, de Jesús Franco. Como curiosidad, algunos de
los elementos de la trama ya habían aparecido en varias películas anteriores,
como en Psicosis; otros serían
desarrollados con mayor contundencia y menor gusto estético en films como Re-Animator, Nekromantik,
Aftermath o Vital.
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