El teniente Vincent Hanna (Al Pacino) persigue
con ahínco al equipo de Neil McCauley (Robert de Niro), un grupo de ladrones
sofisticados, en una ciudad envilecida y rodeados, asimismo, de un paisanaje
donde no faltan los más atroces depredadores, tanto en las altas esferas (Van
Zant) como en las cloacas (Waingro). Michael Mann filma su propio guión de plomo (un guión que ya había rodado en ese borrador de Heat que fue L.A. Takedown), con la ayuda de una fotografía crepuscular de Dante Spinotti, una BSO
épica de Eliott Goldenthal y un abultado presupuesto. 60 millones de euros pueden dar para mucho: para firmar 170’
de implacable narración de género, para rodar en más de 95 localizaciones en
Los Ángeles, para desarrollar un guión absorvente y trágico, para contratar a
un buen puñado de excelsos profesionales y actores, para no tener que deber
nada a ninguno de los grandes estudios, etc. Es verdad que la escena de la
conversación entre McCauley y Hanna podría haber dado más de sí ya que
decepciona un poco, le falta intensidad e ingenio. Es verdad que algún
personaje, algún diálogo, alguna escena podrían haber sido eliminados del
montaje final. Pero tambien es verdad que la película funciona maravillosamente
bien allí donde Michael Mann quería que funcionase: en el retrato abstracto
pero apasionado de dos mundos enfrentados —de dos “profesiones” límite, el de
los ladrones y el de heat, con sus
respectivos códigos de honor—, engarzado en el espacio y el tiempo de una
epopeya urbana que se mueve, además, en los límites del thriller y del drama romántico. Aunque, finalmente, todo acaba
siendo trágico porque nadie gana nada. Mientras que Amy Brenneman, Diane
Venora, Val Kilmer y Jon Voight están perfectamente fusionados con sus
personajes y Al Pacino está desbocado, Robert de Niro y Ashley Judd se llevan
la película de calle: dos actores como la copa de un pino que, muy a menudo,
alcanzan el techo de sus capacidades interpretativas. Todo el mundo recordará a
Neil McCauley, ese perfeccionista y solitario ladrón enamorado, y a Charlene
Shiherlis, esa madre ex prostituta que solo quiere llevar una vida normal. Ambos
actores están maravillosamente comedidos, entregados, convincentes. Y el film les rodea y les quiere aunque, al
final, les abandona.
El argumento no es nuevo pero los actores son muy grandes! Una película para recordar. Gracias!
ResponderEliminarUna película enorme, en profundidad y en emociones! Gracias a ti, querido Anónimo, por tu comentario.
ResponderEliminar