En 1974, el director británico Pete Walker (poseedor de una curiosa
filmografía) rodó está desconocida película sobre un matrimonio que es
condenado a permanecer en una institución mental hasta que puedan reinsertarse
en la sociedad. Han sido acusados de crímenes aberrantes, crímenes que rozan el
canibalismo. 19 años después, comienzan a vivir en una casa en el sur de
Inglaterra, cerca de Chichester, porque ya han sido considerados sanos. Sin embargo,
comienzan a ocurrir extraños sucesos en los que también están implicadas sus
dos hijas. En el mismo campo semántico, tanto temático como visual, que La matanza de Texas, Frenesí o El estrangulador de Rillington Place, Frightmare supone un hachazo decidido al cine de terror europeo de
comienzos de los setenta, tanto por su ambiente sórdido y perturbado como por
su pesimismo psicológico (aunque, evidentemente, la película se sitúa en una
tradición ya existente en la filmografía británica de terror). Pese a errores
constantes de raccord, Walker
consigue armar una historia desasosegante, que va revelando poco a poco todas
sus implicaciones enfermizas y que guarda varias sorpresas al espectador,
incluida alguna cinéfila (como la referencia a La gran comilona). Además, hay varias escenas explícitas (no muy
abundantes, por cierto), lo que acerca Terror
sin habla a los films de un Joe
D’Amato, por ejemplo, o a esa seminal Mumsy, Nanny, Sonny & Girly, dirigida por Freddie Francis.
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