Un hombre sale de un manicomio y
regresa, para vengarse, al hogar de la mujer que le internó: su tía, que vive
con sus tres hijas, todas las cuales consideran que sigue siendo un perturbado.
La campana del infierno es la segunda
y última película de Claudio Guerin (póstuma, para más inri) y supone una extraña realización dentro del panorama del
fantaterror español de la época. De hecho, es una coproducción con Francia. El film tiene una relativamente interesante
trama de suspense psicológico que coquetea con el slasher y con Edgar A. Poe, a lo que se añade un ligero toque
sobrenatural. Además, la obra cuenta con interesantes localizaciones y con dos
actores de la talla de Viveca Lindfors y Alfredo Mayo. Sin embargo, conviene
hacer algunas observaciones en su contra. En primer lugar, recrearse en el descuartizamiento
real de animales en pantalla no solo
es una vileza falsamente artística sino también un golpe bajo al hipócrita
espectador, desacostumbrado como está al sufrimiento que se vive en los
mataderos, tal y como escribió Marguerite Yourcenar en unas páginas certeras y
brutales que dedicó a denunciar la hipocresia genocida del mundo contemporánea
(en El tiempo, gran escultor). En
segundo lugar, algunas interpretaciones son realmente mediocres así como
ciertos aspectos técnicos. En último lugar, tanto el montaje como la narración
subsecuente pretenden ser innovadores pero no siempre aciertan en el tono (como
algunos encuadres, varios zooms y
ciertas secuencias con cámara subjetiva). En todo caso, una curiosidad para amantes de la serie B.
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