El viticultor Federico Villalba (Alfredo Landa) se presenta a
las elecciones de su pueblo con el apoyo de un constructor casposo e ignorante,
que admira la decencia de su candidato pero, a la vez, es un adicto a la
pornografía. En uno de sus múltiples viajes a Madrid, su mujer y una amiga, que
se han quedado en el pueblo viendo la TV, reconocen a alguien muy parecido a
Federico, con una rubia despampanante y en un partido de fútbol. Ambas,
asombradas por tal parecido, comienzan a investigar a Federico. Comedia
de destape, típica del cine de la época y también de Don Mariano
Ozores y de su locuaz hermano Don Antonio. Cuenta con la presencia, siempre
estimulante, de Mirta Miller, una de las actrices más desaprovechadas de la
historia del cine español. Además de una evidente crítica de esa hipocresía
característica del cruzado español
medio, el film tiene una extraña
moraleja que podría parecer adelantada a su época pero que, en el fondo, es
demasiado machista para poder tomarla en serio. Con similares, parecidos y
análogos temas, Landa ha rodado El
alcalde y la política y Las Verdes praderas, aunque con
resultados artísticos dispares, puesto que, por ejemplo, este último título es,
probablemente, uno de los trabajos más interesantes de José Luís Garci. En
definitiva, una película para ver en alguno de esos inconscientes momentos en que uno pueda echar de menos las raíces de un país tan carpetovetónico como España.
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