Western duro e inmisericorde sobre una persecución que es, en
realidad, una venganza, la que quiere cobrarse Liam Nesson respecto de Pierce
Brossnan, con una ambigüedad sutil donde el perseguido, en último lugar, se
hace merecedor del perdón. Y ello porque ambos personajes son, a su vez,
perseguidos por el mismo hecho que se les presenta como pesadilla. Brosnan es
un capitán yanqui que, acabada la Guerra de Secesión, asesina a la mujer y a los hijos de un
coronel sudista por error. Éste, decide vengar dichas muertes y comienza una
implacable e infinita persecución, como en el clásico de Sergio Sollima o, más modernamente, como en Acorralado. Pocas
palabras, buena fotografía, paisajes hermosos que resaltan la soledad y la
tristeza de la historia y varias resonancias históricas, metafóricas y,
finalmente, alegóricas, como algunas de las historias descarnadas de Cormac
McCarthy o del Viejo Testamento. Así, según va avanzando la historia, los
personajes van abandonando las montañas y la civilización para adentrarse cada
vez más en el desierto, en un desierto cuasi sobrenatural (atención a la
aparición de Anjelica Huston) donde los personajes pueden canjear bienes
materiales por deseos. Un film muy respetable,
clásico en su concepción y contemporáneo en su ejecución.
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