Una película ciertamente curiosa
por cuanto supone una más de las espléndidas incursiones de Otto Preminger en
el terreno del film noir para
subvertir alguna de sus premisas, como ya hiciera con Al borde del peligro o Vorágine.
En este caso, una angelical femme fatale
(Jean Simmons), egoísta y manipuladora, no consigue convencer al indeciso
enfermero interpretado por Robert Mitchum para que le ayude a cometer un
crimen. Crimen que, sin embargo, acaba sucediendo y por el que ambos son
acusados. Sin embargo, Simmons se arrepiente de lo ocurrido y pretende declarar la verdad; a continuación se produce un juicio del que ambos son absueltos; la
ex pareja de Mitchum no le acepta cuando pretende volver; y, finalmente, la
despechada Simmons acaba reventando su plan original, lo que pone en duda las
sospechas del espectador sobre sus auténticos sentimientos. Con un final un
tanto previsible, Preminger se sirve de un buen guión de Oscar Milliard y Frank
Nugent (tras su participación en El
hombre Tranquilo) y perfila una solvente producción de Howard Hughes para
la RKO, con la música del siempre
acertado Dimitri Tiomkin. Una película irónica, consciente del género al que pertenece y de una solvencia técnico-artística admirable.
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