Recién salido de la cárcel y con
problemas familiares, Tom (Stanley Baker) recala en una empresa de camiones
para transportar materiales de construcción. En ella, los trabajadores son
duramente empleados e, incluso, llegan a poner en riesgo su vida haciendo
viajes a destajo a velocidades de escándalo. En el día a día, Tom competirá con
el capataz Red (el gran Patrick McGoohan), mientras entabla una entrañable
amistad con un inmigrante italiano (Herbert Lom). Entre medias, también aparece
la joven secretaria de la empresa, la hermosa Lucy (Peggy Cummins). Tras ser
incluido en la blacklist de
Hollywood, Cy Endfield emigra a Inglaterra y rueda, entre otras, una película
ambientada en un contexto social despiadado, donde las personas son meros
supervivientes en el seno de un sistema económico corrupto que les azuza para
ganar chelines y que luego se deshace de ellos, habiendo ganado muchas libras a
su costa. El guión se basa en una historia de John Kruse, posteriormente
conocido por sus textos para la serie El
Santo. Lo más destacable del film,
sin duda alguna, es el excelente trabajo con la puesta en escena y con el
montaje: de hecho, cada plano y cada secuencia del metraje (especialmente las
fibrosas persecuciones) llegan directamente al espectador, de lo bien
fusionados que están ambos trabajos. Por ello, podemos hablar de una enérgica historia de camioneros solitarios que luchan por sacar sus vidas del punto
muerto donde se encuentran. El año siguiente, por cierto, el trío principal de
esta producción, volvería a trabajar unido en Sea Fury.
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