Primera película oficial del
celebérrimo David Lynch donde ya se pueden vislumbrar algunas de las
características de su cine posterior: un sentido personalísimo de la existencia
y de su relación con lo onírico, casi lacaniana; una concepción perturbada de la narración
(como en la realidad, en el cine de Lynch, las cosas no siempre encajan); y una
cierta autocomplacencia estética; además de su obsesión por los personajes y
las historias turbias así como por la deconstrucción de las instituciones
tradicionales, como la familia o la paternidad. En un plano más específico, se
dan de la mano una estética escabrosa y decadente, un gusto por lo retro y una
representación de los interiores de inspiración hopperiana. Sin duda, una de
las películas más surrealistas y crípticas de su director, aun inexperto tanto
en el plano técnico como en el artístico, tanto en el narrativo como en el
simbólico. Aunque ya totalmente capaz de sorprender y shockear al espectador.
No hay comentarios:
Publicar un comentario