Probablemente, el film de sectas satánicas más oscuro de
toda la historia del cine español, obra de un director tan poco conocido como interesante,
el madrileño Carlos Puerto, quien había escrito el guión para una película de
León Klimovsky el mismo año de rodar esta obra maestra del fantaterror, 1978. Este
año es particularmente importante en su carrera puesto que, además de Escalofrío, también estrenó El francotirador, un thriller de venganza que fue diseñado a
medida para el gran Paul Naschy (que puso también dinero, por cierto).
Ahondando más en estas cuestiones personales, hay que recordar que fue Piquer
Simón el que, con el dinero ganado tras el éxito de su particular adaptación de
Viaje al centro de la tierra
(co-escrita junto a Puerto), propuso a Carlos la elaboración de ésta, su
segunda película. Con la ayuda de una ambientación maravillosa, que transporta
casi a cualquier espectador al cine de casas encantadas, o al mundo de Darío
Argento, por ejemplo, la trama juega con una posible variación temática de La semilla del diablo pero haciendo
mucho más hincapié en todos los aspectos carnales, eróticos e, incluso,
sexuales del satanismo. De hecho, era una premisa de la película que consiguiera
la catalogación “S”. Tras un prólogo introductorio a cargo del mismísimo
Jiménez del Oso, la película se adentra en una historia de juegos diabólicos,
atracciones sexuales, iconología religiosa, cultos satánicos y sectas malignas
de las que no se puede salir. Una maravilla, en definitiva.
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