La película comienza de forma abrupta: una
mujer es violada por una pandilla de obreros. Así, chinpum. Al poco tiempo, curiosamente, un desconocido disfrazado
con un traje de camuflaje militar, con un casco de moto y con una pistola de
clavos, comienza a eliminar, uno a uno, y sin misericordia, a todos los
violadores implicados en la escena del comienzo, con resultados funestos. Una
producción serie Z, repleta de fallos de todo tipo, rodada con muy poca
profesionalidad y con unas interpretaciones tan horribles como los mismos
crímenes. Aunque, en parte, el producto se redime por su carácter sanguinolento así como por su macabro sentido del humor. Sin embargo, es un curioso slasher,
a la zaga del Viernes 13 de
Cunningham y de tantas otras simpáticas bazofias de comienzos de la
ultraconsevadora década de los ochenta. Es decir, un clásico de videoclub en toda regla.
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