miércoles, 21 de diciembre de 2011

Apocalypse Now Redux

5*

Durante muchos años, Francis Ford Coppola había acariciado la idea de adaptar El corazón de las tinieblas, uno de los relatos más inquietantes del escritor Joseph Conrad. Por eso, tras encadenar la primera parte de El Padrino, La conversación y su tercera obra maestra, El Padrino II, Coppola, en la cima de la popularidad y el reconocimiento crítico, decide sacar adelante este proyecto, tanto tiempo acariciado, transformándolo en la primera producción de su recién inaugurado estudio, Zoetrope. Coppola escribió el guión sobre el borrador original de John Millius, con una mezcla muy fiel de elementos originales de la novela pero trasladados a la guerra del Vietnam, multitud de variaciones y, también, influencias dispersas de T.S. Eliot, La rama dorada e, incluso, Kipling. Tras más de 16 meses de rodaje infernal en la Filipinas de Ferdinand Marcos, Coppola tuvo que montar una primera versión seleccionando de entre más de 200 horas de filmación. De hecho, la edición final de la película llevó casi dos años más. El resultado, Apocalypse Now, es una película meándrica, sinuosa, como el propio río que debe remontar el capitán Willard (Martin Sheen) para localizar y eliminar al coronel Kurtz (Marlon Brando), una especie de semidios de la guerra que resulta antipático a sus superiores y que ha experimentado el verdadero horror. En el plano técnico, Coppola apoyó su historia en una impactante fotografía de Vittorio Storaro y en un diseño de producción creado por Dean Tavoularis, además de contar con una BSO mítica –con fragmentos de The Doors y de Richard Wagner- y una excelente producción de sonido. En el plano artístico, y una vez rechazado Harvey Keitel para el papel de Willard, el reparto quedó conformado por unos enormes Marlon Brando y Martin Sheen. Además, el film cuenta con un prodigioso Robert Duvall (completan el reparto, Sam Bottoms, Laurence Fishburne, Frederic Forrest, Dennis Hopper y Harrison Ford). Esta versión, ampliada hasta los 202’ (desde los 153’ de la versión original de 1979), no hace sino acrecentar los meandros y recodos del río que recorría la versión anterior, añadiendo la excepcional escena de la plantación francesa, entre otras. Una película enorme, desmesurada, incluso grandilocuente, como buena parte de la filmografía de su autor; una película que acaba resultando un alegato antibélico simplemente mostrando la lógica destructiva, absurda e irracional de la guerra, incluida la de Vietnam, cuyas consecuencias en los soldados usamericanos ya habían sido retratadas en la extraordinaria El cazador, de Michael Cimino (1978).
 


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