Quien haya disfrutado de la irónica y amarga literatura de Arthur Schnitzler (por utilizar las palabras de Claudio Magris), le sorprenderá muy poco descubrir los pormenores de la vida cotidiana de la burguesía mitteleuropea, tal y como queda retratada en la última película de David Cronenberg, y los factores que la sustentan: una defensa de la vida familiar, las convenciones matrimoniales y las apariencias sociales, en contraste con una obsesión por la satisfacción de los apetitos y las pulsiones sexuales, y todo ello en un clima de represión (ya subrayado por Michel Foucault). Sin embargo, como afirma el propio Jung en la película, es posible que exista en la vida algo más que sexo, en contra de lo que pueda decir el propio Freud o, incluso, un Woody Allen. Y a esto se dedica toda la historia: a desentrañar si existe o no dicha posibilidad. Así, además de una pugna intelectual entre Sigmund Freud y su discípulo C.G. Jung (lo que los personajes hablan), Cronenberg narra la relación triangular entre ambos y una paciente del segundo, la atormentada Sabina Spielrein (lo que los personajes hacen), con las teorías freudianas y el trastorno neurótico de la paciente catalizando toda la acción. El clásico Psychopathia sexualis, de Richard von Krafft-Ebing (1886), ya describió lo que constituye el caso clínico central de la historia: un caso de masoquismo (como el de Belle de jour), que pone sobre la mesa, además, el sadismo latente del terapeuta. Cronenberg sigue con su transición hacía un clasicismo en la forma y en el contenido, que ya comenzara con Spider y con Una historia de violencia, a costa de su torturado y viscoso mundo anterior, a lo que hay que añadir un comentario crítico: se abusa del plano en profundidad (un rostro en primer término y otro al fondo: ambos enfocados), como hiciera De Palma en Carrie y, con más tino, John Houston en Freud, pasión secreta, la cual, como instrumento pedagógico, al servicio del psicoanálisis, es bastante más efectiva. Por otro lado, hay que destacar el excelente trabajo de Michael Fassbender. Finalmente, la película se sostiene sobre una frialdad emocional y estética que sí, puede ser coherente con la época, pero también pueder ser interpretada como un síntoma del tipo de interés que despierta la historia.
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