Sólo dos años después de que el gran Sergio Leone inaugurase oficialmente el spaghetti-western con su Por un puñado de dólares (1964) -en la estela de nuestro Joaquín Luis Romero Marchent-, Sergio Sollima presentaba el primero de sus tres estupendos westerns, con el excelente Tomás Milian como protagonista. En este caso, un obtuso y obsesionado Lee Van Cleef (Jonathan Corbett) debe perseguir a un mexicano que ha sido acusado de haber violado y asesinado a una niña (Manuel "cuchillo" Sánchez). De ahí el título de la película: El Halcón y la presa. Pero lo que confiere entidad a esta obra es el carácter ambiguo de los personajes, la gama de grises con la que son retratados justo hasta el final de la historia. Aquí reside, de hecho, la principal riqueza del film: en desdibujar las
fronteras que separan a la figura del perseguidor de la del perseguido,
ensombreciendo también las razones y los motivos de cada uno de ellos. Además, Sollima se apoya en ciertas pinceladas histórico-políticas y en un guión que, si no inteligente, sí es, por lo menos, bastante perspicaz, tanto en el desarrollo de la acción como al nivel de los diálogos. Fotografía del veterano Carlo Carlini, música del luego famosísimo Ennio Morricone y producción habitual de Alberto Grimaldi.
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