En la España de los años sesenta del siglo XX, una familia de campesinos vive y trabaja en el cortijo de unos caciques aristocratizados, a cambio de un mísero sustento y con la contrapartida de padecer, constantemente, la humillación y el desprecio propios de una sociedad elitista, inmisericorde y egoísta. Mario Camus adaptó la novela homónima del gran escritor vallisoletano, Miguel Delibes, para narrar una grandísima historia de sometimiento físico y moral, en una España reciente con la que muchos espectadores no se quieren sentir identificados. Sin embargo, tanto el contexto histórico como el argumento son dolorosamente verosímiles y, por eso mismo, desgarradores, atrozes. Hay que destacar al plantel de
actores, francamente en estado de gracia -especialmente Alfredo Landa, Francisco Rabal y Juan Diego-, y la música del original compositor Antón García Abril -el creador de la icónica cabezera de El hombre y la tierra-. La película puede ser leída
como una radiografía del franquismo, entendido como un cáncer dominante y
represivo.
La película me estremece por que refleja la realidad de aquella época ,la degradación de los personajes ,tanto de la clase alta como la de la clase baja ,la crueldad humana, hacen que sienta rabia ante esta falta de humanidad.
ResponderEliminarLa niña chica y Azarías son los santos inocentes los únicos que se revelan..
La clase alta se degrada teniendo la posibilidad de no hacerlo, mientras que la clase baja responde con su degradación a las reglas de juego de la supervivencia, reglas que, además, son impuestas. No te parece, Rosalía? Por cierto: comparto plenamente tu rabia. Saludos y gracias por tu comentario.
ResponderEliminar