Aki Kaurismäki es un director finlandés que siente una especial predilección por el minimalismo (en toda su extensión), por el cine de Bresson y por una clase de humor negro y absurdo por igual (con referencias a los Marx Brothers). Todo lo cual le acerca a su discípulo usamericano, Jim Jarmusch, con quien comparte intenciones, resultados e, incluso, cameos. En La chica de la fábrica de cerillas, estrenada en 1990, Kaurismäki logra sintetizar las características de su cine, 12 años antes de su soberbio El hombre sin pasado, mediante una historia narrada con largos planos fijos, ligerísimos movimientos de cámara y un montaje moroso que, por momentos, hace pensar en un documental, aunque de ficción. La película forma parte de la llamada Trilogía proletaria y su argumento se centra en una joven que trabaja en una fábrica de cerillas y que vive con su madre y su padrastro sin recibir afecto alguno. Tristezas, sueños rotos y amores no correspondidos se dan la mano en una gélida historia que, finalmente, acaba convirtiéndose en una especie de cuento cruel, a la manera de los de Villiers de L'Isle-Adam, aunque una ligera afinidad con Mouchette de Bresson también es factible.
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