Dedicada a Aitor Bolaños |
En el año 2089, unos arqueólogs descubren restos de
varias culturas antiguas que señalan la presencia inmemorial de seres
extraterrestres en la tierra. Cuatro años después, siguiendo unas antiquísimas
pero precisas indicaciones astronómicas, una expedición millonaria (la nave Prometheus) transporta a un equipo científico
al lugar desde el que se supone que podrían provenir dichos extraterrestres.
Detrás de la expedición se encuentra un magalomaníaco empresario que se niega a
aceptar su final. Con una mezcla de elementos extraídos de Alien Vs. Predator, Blade
Runner y Alien y varios toques de
Shakespeare, Freud, Lovecraft y Von Däniken, Ridley Scott presenta el episodio
cero de la serie Alien con la intención de explicar algunos cabos que dejaba
sueltos la primera de las películas de la saga (especialmente sobre los Space Jockeys). Por eso, los guiños al
film de 1979 son constantes (aunque también a otros capítulos de la tetralogía).
El resultado es soberbio en su primera hora porque consigue crear una conseguida
atmósfera de suspense y de terror, en el marco de una aventura espacial. De
hecho, como historia de Sci-Fi,
resulta rotunda. Sin embargo, su segunda hora se pierde en demasiados vericuetos y errores, el montaje es rapidísimo y se difumina tanto a los personajes como
al argumento a costa de la pura acción. Además, confunde al espectador con
demasiada informacion. Por eso, en general, el principal problema de esta
película es su falta de cadencia y tensión, debido al error de querer contar
demasiadas cosas en tan poco tiempo (y de contarlas mal), sacrificando un
desarrollo dramático más cuidado y elaborado, algo que no le ocurría a Alien. El guión bascula entre la
ciencia, el darwinismo intergaláctico, la mitología clásica y la religión en un
todo impreciso y no del todo congruente en el que, los tiempos mandan, prima el
ingrediente genético. Visualmente, la película es magnífica, kubrickiana, y los
diseños de Giger contribuyen a su riqueza y espectacularidad. No obstante,
aunque los efectos visuales sean extraordinarios, en algunos momentos no
consiguen estar a la altura de la producción. Para terminar, los personajes no
son lo mejor de la historia. Tampoco los diálogos. Ni siquiera el androide David,
esa especie de Demiurgo interpretado por un Michael Fassbender un tanto pagado
de sí mismo.
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