El director de Última salida Brooklyn había debutado internacionalmente 8 años antes con un
descorazonador retrato sobre las consecuencias psicológicas y emocionales de
las drogas. Es el caso de esta película. Cristina es una adolescente que, poco a poco, va volviéndse adicta
a la heroína y va transformándose en un muerto
viviente. A raíz de esta adicción, Cristina modifica su comportaminto,
llegando incluso a prostituirse para adquirir su dosis. Uli Edel subraya el
ambiente sórdido y de putrefacción espiritual de unos personajes que se mueven
entre el consumismo de masas de la época (discotecas y conciertos de rock, con el rey del glam David Bowie incluido), la sordidez de los barrios de clases
trabajadoras de comienzos de los ochenta y el ambiente quinqui berlinés de la era pre SIDA. Pero con ese punto de
ingenuidad propio de los ángeles caídos porque, en el fondo, no son delicuentes
sino individuos desarraigados, perseguidos por la ausencia de destino,
atrapados en un callejón sin salida. Como en el cine de Abel Ferrara o en el de Eloy de la Iglesia, hay varias excenas explícitas y hay un evidente amateurismo
técnico en todos los aspectos. La ausencia casi total de música extradiegética
subraya el carácter semi documental de la película, lo que la hace más
impactante, incluso 30 años después de su estreno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario