Sergio Leone ha
sido uno de los más grandes estilistas de la historia del cine, llegando hasta
la obsesión por el detalle en la dirección artística, el vestuario y la
composición de los planos y los encuadres. Leone es, además, un director que ha
bebido de las fuentes cinematográficas más clásicas (al contrario que Quentin Tarantino, por ejemplo, cuya capacidad para poner en el mismo escalón el
clasicismo y la baratilla hace que su cinefagia, en ocasiones, asuste) pero que, sin embargo,
ha desarrollado una visión estética del medio fílmico muy personal (al
contrario que toda su caterva de imitadores). No obstante, su perfeccionismo
técnico (a diferencia del de Kubrick, por ejemplo) estaba al servicio de
poderosas y emocionales historias épicas, cuyo efecto más reconocido ha sido re
mitificar el género Western desde una perspectiva europea. En esta película, tercera entrega de su trilogía del
dólar, El rubio (Clint Eastwood) y Tuco (Eli Walach) van en busca de un
botín que se encuentra escondido en un cementerio. Tras sus pasos, se encuentra
el malvado Sentencia (Lee Van Cleef).
Al contraste entre las distintas interpretaciones, al alegórico y personalísimo
uso del tiempo narrativo, a la fecunda fusión de imágenes y BSO (gracias a un
Morricone mítico), Leone añade una considerable profundidad anamórfica a la
trama, a los personajes y a los diálogos, consiguiendo con este film la sublimación que del Western
había propuesto en sus dos entregas anteriores, Por un puñado de dólares y La
muerte tenía un precio, porque Hasta
que llegó su hora, su siguiente película, denota elementos un tanto
periclitados. Hay que subrayar un aspecto habitualmente ignorado: constituye un
acierto excepcional esas escenas en las que la cámara, en travelling, se abre a los espacios abiertos, a la realidad o a la
sociedad circundante, mostrando la estrecha conexión existente entre los juegos de la ambición personal (donde el
dinero lo es todo pero no sirve para nada, como dice el gran Carlos Aguilar) y
las luchas colectivas (en este caso, la Guerra de Secesión). Un film que
gana con cada visionado, con cada año que pasa, como le ocurre a la majestuosa
obra maestra que dejó para la posteridad el genio de Sergio Leone, Érase una vez en América.
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