jueves, 27 de diciembre de 2012

El bueno, el feo y el malo

4.5*

Sergio Leone ha sido uno de los más grandes estilistas de la historia del cine, llegando hasta la obsesión por el detalle en la dirección artística, el vestuario y la composición de los planos y los encuadres. Leone es, además, un director que ha bebido de las fuentes cinematográficas más clásicas (al contrario que Quentin Tarantino, por ejemplo, cuya capacidad para poner en el mismo escalón el clasicismo y la baratilla hace que su cinefagia, en ocasiones, asuste) pero que, sin embargo, ha desarrollado una visión estética del medio fílmico muy personal (al contrario que toda su caterva de imitadores). No obstante, su perfeccionismo técnico (a diferencia del de Kubrick, por ejemplo) estaba al servicio de poderosas y emocionales historias épicas, cuyo efecto más reconocido ha sido re mitificar el género Western desde una perspectiva europea. En esta película, tercera entrega de su trilogía del dólar, El rubio (Clint Eastwood) y Tuco (Eli Walach) van en busca de un botín que se encuentra escondido en un cementerio. Tras sus pasos, se encuentra el malvado Sentencia (Lee Van Cleef). Al contraste entre las distintas interpretaciones, al alegórico y personalísimo uso del tiempo narrativo, a la fecunda fusión de imágenes y BSO (gracias a un Morricone mítico), Leone añade una considerable profundidad anamórfica a la trama, a los personajes y a los diálogos, consiguiendo con este film la sublimación que del Western había propuesto en sus dos entregas anteriores, Por un puñado de dólares y La muerte tenía un precio, porque Hasta que llegó su hora, su siguiente película, denota elementos un tanto periclitados. Hay que subrayar un aspecto habitualmente ignorado: constituye un acierto excepcional esas escenas en las que la cámara, en travelling, se abre a los espacios abiertos, a la realidad o a la sociedad circundante, mostrando la estrecha conexión existente entre los juegos de la ambición personal (donde el dinero lo es todo pero no sirve para nada, como dice el gran Carlos Aguilar) y las luchas colectivas (en este caso, la Guerra de Secesión). Un film que gana con cada visionado, con cada año que pasa, como le ocurre a la majestuosa obra maestra que dejó para la posteridad el genio de Sergio Leone, Érase una vez en América.




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