En uno de los geniales poemas de Ángel González, el poeta
asturiano, tan amigo del Single Malt,
afirma que “aquel tiempo/no lo hicimos nosotros;/él fue quien nos deshizo./Miro
hacia atrás./¿Qué queda/de esos días?/Restos,/vida quemada,/nada./Historia: escoria”.
Historia, es decir, escoria. Los restos del incendio. Las sombras del calor. Lo que queda, también, de una familia difícil. Leopoldo
Panero, uno de los poetas laureados
del franquismo (junto con Luís Rosales, por ejemplo), murió en 1962. En 1975,
el director Jaime Chávarri estrenó este documental sobre la viuda y los hijos
del poeta. Chavarrí expone a la cámara las revelaciones que de manera
individual Felicidad Blanc, Juan Luís Panero, Leopoldo María Panero y Michi
Panero hacen (hicieron) a toda una generación de españoles que aún se frotaban
las manos en las ascuas de la fogata franquista. Lo más interesante es, sin
embargo, las conversaciones y discusiones que tuvieron entre ellos, llenas de
reproches, condescendencias y envidias. La película funciona, en un primer
plano, como la radiografía de una familia en crisis, años después de la muerte
del padre y con los traumas individuales que provocó una educación rígida e
hipócrita. Pero, en segundo plano, el desmoronamiento de dicha familia puede
interpretarse como una sinécdoque perfecta de las graves consecuencias psicológicas y familiares del desarrollo de la cultura franquista. Curioso
resulta descubrir la extraña mezcla de intelectualismo, agarrotamiento moral e
indiferencia vital de toda la familia, que no dudan en hacer risa,
retrospectivamente, acerca de la muerte de unos cachorros que fue ordenada por el
pater familias. Está claro: muchos
intelectuales confunden sensibilidad con una educación intelectual. Por cierto, aunque no es una película para todos los públicos, Ricardo Franco rodó una especie de secuela, Después de tantos años, debido al éxito relativo que tuvo en ciertos círculos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario