Mario Bava en estado POP. Diabolik (John Phillip Law), un
ladrón que podría ser de guante blanco si no fuera por su despreocupación por
las vidas ajenas, en la línea de Fantômas, está enamorado profundamente de su
bella partenaire (Marisa Mell), y se
dedica a robar todo cuanto se le pasa por la imaginación (dinero, joyas),
llevando de cabeza al cuerpo de policia y a las autoridades de un país
indeterminado. El mundo del hampa se pone de acuerdo con el Inspector Ginko (Michel
Piccoli) para frenar los pies de Diabolik, con lo que se multiplican los
problemas para nuestro anti héroe. Mario Bava dirige una película que es
absolutamente pop(ular) por varios motivos: por la configuración de los
personajes (ese Arsenio Lupin con elementos de The Mask, de James Bond y de Batman), por la estructura de la trama
(comprensible como una canción de Christy o de Beastie boys), por una planificación
y un montaje más cerca del strip cartoon
que del cine convencional (no por casualidad, el film está basado en un exitoso cómic italiano de las hermanas
Giussani), por su sofisticado erotismo y, finalmente, por una concepción estética excesivamente cercana a varios modelos de uso corriente en determinados subgéneros (en este sentido, por ejemplo, el diseño de producción, sesentero,
está francamente alejado de la realidad, por su colorismo, naturaleza kitsch y espíritu psicodélico, con en algunas películas de la saga Bond o similares). Sin
embargo, Bava no termina de acertar con el ritmo de la historia, que está
lastrado por algunos puntos muertos y bajones, pero sí con el hecho de
incorporar al producto una capa de subversión, lo que tumba de inicio todas las
críticas que tachan de frívolo al film.
Por otro lado, el final acierta tanto por su indefinición como por subrayar un
elemento sobrenatural que, hasta ese momento, solo se había sugerido.
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