Un año después
de la conocida adaptación de la obra de Carrere, La torre de los siete jorobados, Edgar Neville estrenó La vida en un hilo. Cuenta la historia
de Mercedes (Conchita Montes), que conoce en un tren a una vidente que le
explica cómo hubiera sido su vida si en vez de casarse con Ramón (que acaba de
morir), se hubiera casado con Miguel, al que se encuentra en Madrid en una tarde
de lluvia. Pero en vez de subirse a un taxi con él, conoce inmediatamente a su
futuro marido, Ramón (Guillermo Marín), un miembro de la alta burguesía del
país, a la que la mirada de Neville trata con mordacidad y sentido crítico. La
revelación implica que en vez de una vida convencional y simplona al lado del
tal Ramón, constructor de puentes, Mercedes hubiera podido llevar una vida más
alegre, feliz y satisfactoria, al lado de Miguel (Rafael Durán, el Charles
Boyer español), ingenioso y artista. Simpática y ligeramente ácida comedia a la
española donde Neville, el más hollywoodiense de nuestros directores de la
época, construye una narración que va saltando, del pasado al presente y de la
realidad a lo que hubiera podido ser, con maestría y ritmo, aunque el happy end es de lo más inverosímil.
Gerardo Vera y Peter Howitt rodarían, bastantes años más tarde, dos especies de
remakes con Una mujer bajo la lluvia y Dos vidas en un instante, respectivamente.
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