Primera parte del díptico
de aventuras que Fritz Lang rodó tras su regreso a Berlín después de
su exitoso paso por Hollywood. Constituye una acertada simbiosis de aventuras,
exotismo, un ligero pero contundente erotismo y ciertas dosis de misterio. La
historia gira en torno al maharajá Chandra, que contrata a un arquitecto alemán
para que construya en su país escuelas y hospitales. El maharajá está enamorado
de una bailarina del templo (Debra Paget), que es
salvada por el propio arquitecto antes de llegar a Esnapur, con lo que se gana
su corazón. Por su parte, Chandra debe sufrir el rechazo de la bailarina y,
además, un complot que se está organizando en contra suya en su mismo palacio.
La historia es continuada cronológicamente en La tumba India, mucho más
famosa que este film pero ligeramente
inferior, tanto en concepción (con varios fallos de guión) como en ejecución
(un poco más plomiza y contradictoria). Por cierto, el argumento original
proviene de una versión anterior, de 1938, con un guión escrito, entre otros,
por la mujer de Lang, Thea von Harbou. Además de crear una paraíso para el
desarrollo de la aventura (Esnapur) y gracias a una dirección
artística prodigiosa, Lang consiguió insuflar a la historia un
apropiado tono clásico, incluso épico. Asimismo, logró esbozar una escena que
roza el auténtico terror (hasta que se descubre el misterio, eso es verdad). En
definitiva, una auténtica maravilla para los sentidos y el intelecto, a
años luz de algunos pastiches actuales que se autodenominan de aventuras y, más
bien, son versiones arqueológicas de
historias de superhéroes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario