En un vuelo desde L.A.
a Boston, 10 pasajeros se han quedado dormidos y, cuando se
despiertan, comprueban que no hay nadie más a bordo. Preocupados por la extraña
situación, se hacen con el control del avión y aterrizan en un aeropuerto. Lo
que descubren allí no hace sino intranquizarles más, con lo cual tendrán que
pensar cómo salir de esta tesitura bastante intrigante. Adaptación de uno de
los mejores relatos de Stephen “Sutter Kane” King para la pequeña pantalla
pixelada que, con el mismo título, aparece recogido en Las cuatro después de la medianoche.
Conserva el aire misterioso y de ciencia ficción del texto original pero
también contiene todos esos tics característicos de las miniseries televisivas
sobre la obra del escritor de Maine, además de algunos guiños típicos del
propio King: la niebla, la supervivencia de un grupo de personajes, el niño con
poderes extrasensoriales, el pasado como clave para interpretar el presente, un
suspense muy dosificado, un montaje moroso pero que no llega a aburrir, escenas
artificialmente alargadas, un plantel de des/ o semi/ conocidos actores,
análisis sociológico y traumas infantiles, etc. Tom
Holland escribe y dirige esta simpática y respetable producción, de
dos episodios de 90’ cada uno, y consigue altas dosis de desasosiego e intriga,
especialmente con ese ruido horrible que parece estar acercándose
continuamente. Además, el telefilm
cuenta con la presencia siempre estimulante de Dean Stockwell, David Morse y
Bronson Pinchot, aunque el argumento descansa en esa premisa tan querida para
Howard Hawks: un grupo que ha de enfrentarse unido al peligro. Sin embargo,
todo hay que decirlo, la música, algunas
escenas chirriantes, los efectos especiales y el diseño de vestuario
son de una calidad francamente cochambrosa.
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