En un futuro cercano, la tierra
ha quedado totalmente congelada, con temperaturas que hacen
casi imposible la vida en superficie. Sin embargo, un reducido número de seres
humanos viven en un tren que no deja de surcar las líneas férreas del planeta
debido a un ingenioso dispositivo de movimiento perpétuo. La historia comienza
cuando los pobres habitantes de la parte trasera del tren se rebelan contra sus
superiores y deciden acceder, vagón tras vagón, a la parte delantera para
hacerse con el poder. Lo que irán descubriendo les terminará de helar la
sangre, igual que al espectador. Bong Joon-ho dirige una película de ciencia
ficción, con un aliento mesiánico similar al de Matrix, pero con cero realidad virtual de por medio. En su lugar,
un tren autosuficiente, que funciona como métafora de una especie de
capitalismo sostenible pero, a la vez, lleno de trampas y puzzles.
Estéticamente, el film es un miasma,
bastante aceptable, de retrofuturismo made
in Julio Verne, multiculturalismo, The Collector y steampunk (que es lo que ahora se
lleva), todo ello sobre la base del cómic original, de Jacques Lob y Jean-Marc
Rochette (aunque, como adaptación, la película se queda muy corta). Todos los
efluvios se condensan en un tenso thriller
de acción y suspense, donde los personajes, un grupo de lumpenproletariat hartos de ser ninguneados, van poco a poco
iluminando el orden social sobre el que se ha establecido el nuevo mundo sobre
railes, 17-8 años después de su congelación: es decir, la clase baja se revela
a sí misma (y revela al expectador) la superestructura material, técnica e
ideológica sobre la que se levanta todo el mundo de Wilford (Ed Harris) y sus
acólitos, un mundo que predetermina el lugar de las personas, que puede atraer
a las mentes más débiles pero que, a la postre, se levanta sobre una gran
injusticia. Por eso, el resultado final es un canto a la indocilidad. Como The Machine y como el High-Rise de Ballard, ciencia ficción
actual, bien planteada y muy bien ejecutada. Aunque, sin duda, este
trabajo de Bong Joon-ho es bastante más atractivo que el de Caradog James, por
cierto.
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