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Una mujer viuda de clase media se
enamora de su
vitalista jardinero pero el corsé socio-familiar le impiden
abandonarse a su nuevo amor. Con un comienzo que recuerda al del
film Hoy
como ayer, el “príncipe del melodrama”, Douglas Sirk empieza a despuntar en
el análisis de la clase media USAmericana de los cincuenta y en la crítica de
su opresiva forma de vida burguesa, atiborrada de convenciones,
prejuicios y deseos frustrados, por lo que deja poco espacio para el desarrollo personal,
especialmente para las mujeres. En este sentido, no está de más nombrar la
crítica brechtiana de la burguesía europea o el despiadado análisis de Peter
Gay en
La experiencia burguesa, un
estudio de las costumbres de clase desde la reina Victoria a Sigmund Freud.
Solo el cielo lo sabe es un melodrama
prototípico, ya que, siguiendo a
Sidney Lumet, el melodrama es una teatralidad
sobreelevada, que hace plausible lo increíble, como en esta película, aunque sin
llegar a las cotas de delírio e inverosimilitud de
Obsesión. A propósito, esta película se titula originalmente
All that Heavens Allows y, curiosamente,
el género ha sido recuperado por Todd Haynes en la magnífica
Lejos del cielo. Por otro lado, Jane
Wyman ya había interpretado el papel de viuda en
No estoy sola, de Curtis Bernhardt (1951), donde llenaba su vacía
vida ocupándose de niños huérfanos. Por último, sobre el genio de Sirk, son
imprescindibles sus conversaciones con John Halliday, así como el conjunto de
ensayos de Ángel Faretta sobre el “melo”
, La pasión manda.