domingo, 3 de agosto de 2014

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3.5*

James Cameron vuelve al tema que mejor conoce para dar rienda suelta a su poderosa imaginación y a su sobresaliente control de medios en esta epopeya alegórica sobre la codicia humana y sobre otras formas de vida más solidarias y compenetradas con su medio ambiente, aunque también sean cazadores (como en Bailando con lobos). Siguiendo una estructura que el director ya ha utilizado en varias de sus películas (como en Aliens), Cameron despliega un puñado de personajes estereotipados y un argumento muy sencillo, que se basa en la perdida de la inocencia y en sus consecuencias morales (como en La selva esmeralda), para enfrentar dos formas de ver el milagro de la vida: la de quienes buscan lucrarse a toda regla (y quienes les defienden) y la de quienes deciden vivir en comunión con su hábitat (y quienes les estudian y comprenden) Aborígenes frente a comerciantes, por tanto. O cientificos frente a militares (como ya había tratado George Romero en El día de los muertos vivientes). Dos formas de vida que se concretan en los valores que han movido a Occidente en su expansión mundial (avaricia, racismo y poderío tecnológico-militar) y al resto de diferentes formas de vida. Cameron desarrolla una producción pionera (rodada con una cámara 3D), majestuosa en todos sus aspectos técnico-artísticos (atención al maravilloso despliegue visual en Pandora) pero que fracasa en redondear una historia de amplias resonancias éticas y políticas al elegir el camino más trillado y, sobre todo, al transitar por ese otro camino bienintencionado que puede terminar por amodorrar al espectador (lo mismo que hizo Star Trek: Insurrección). En este sentido, es un producto más parecido a un videojuego (WoW o Final Fantasy) que a un film maduro.

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