Frente al cine alemán anterior a
la Segunda Guerra Mundial que, de alguna manera, ayudó a la ascensión del
nazismo, Krakauer habló de “la redención de la realidad física” y, con ella,
del cine realista. La sal de la tierra es una película, mitad profesional mitad amateur,
sobre la lucha de unos mineros por sacar adelante una huelga para mejorar sus
condiciones laborales y de vida. Además, la película retrata la lucha por la
igualdad y la emancipación de las mujeres, es decir, el papel que las mismas
pueden desempeñar tanto en la vida familiar como en el ámbito social.
Considerada como una obra de interés histórico, se conserva una copia en el National Film Registry de la Biblioteca
del Congreso de los EE.UU. El film
fue rodado por Herbert J. Biberman, uno de los 10 de Hollywood, y muestra un
espíritu progresista, comprometido y documental, donde la clase trabajadora
aparece con sus miserias y sus limitaciones pero también con su dignidad y con
su valentía (como en Matewan o en Odio en las entrañas). El argumento está basado en un hecho real al que solo se han
cambiado los nombres. Por otro lado, tanto estética como moralmente, la
película despliega una honda belleza. Tan honda que los sufrimientos, la unidad y la dignidad
de los protagonistas de esta historia se quedan a vivir con el espectador mucho
tiempo después de haber contemplado las imágenes. En 2014, Win Wenders ha
estrenado una producción con el mismo nombre, por cierto.
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